domingo, 18 de octubre de 2015

JUVENTUDES ENVENENADAS Y ENVENENADORAS.

JESUCRISTO, EL SEÑOR.
AVE MARÍA PURÍSIMA. 

PECADO.

Se habla mucho del abandono de DIOS por parte de una sociedad que reniega de Él, o lo rechaza, pero sin explicar muy bien el porqué de este comportamiento tan poco inteligente en unas sociedades con gran arraigo cristiano.
Hoy la socialdemocracia europea es todo lo que queda de la herejía comunista. La cultura cristiana está siendo reemplazada por la cultura de la muerte que, a día de hoy, ya todos conocemos. En este modelo de sociedad primitiva se da culto a los demonios que antaño dominaron el mundo; vemos los altares levantados a la


Soberbia,
Avaricia,
Lujuria,
Gula,
Ira,
Envidia,
Pereza.  


Me parece oportuno citar el art. de José Manuel Otero Lastres, en las páginas del ABC, donde de forma un poco confusa intenta explicar las causas del envenenamiento de la sociedad actual.

"Cada generación -dice- tiene que enfrentarse con los problemas de su tiempo.

Nuestros padres soportaron una guerra civil, reconstruyeron ESPAÑA y padecieron una pobreza extrema.
Nosotros lo tuvimos más fácil: hicimos la Transición. ¿Y las actuales?". 

"Y es que la cuestión esencial de la presente reflexión es determinar cuál ha sido el veneno que les hemos inoculado a nuestros hijos". 

"Son varias las ponzoñas, pero no creo equivocarme demasiado si digo que veo dos que sobresalen sobre las demás; una en el ámbito familiar y la otra en el político-social.

En el entorno familiar, el veneno es que no supimos educarlos correctamente. Y que quede bien claro desde el principio que me refiero a <educar> en el sentido de desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc. 
Y no a <instruir>, esto es, <enseñar, comunicar sistemáticamente ideas y conocimientos>". 

"En el plano de las ideas, tratamos de educarlos en los valores democráticos de la libertad y la igualdad. Desechamos el modelo anterior de la educación autoritaria (metiendo en este mismo saco a la Religión y a todo lo que de moral Católica había en ella) y situamos a nuestros hijos en un entorno de autorresponsabilidad. Y claro, en este ambiente es mucho más difícil saber lo que ha de hacerse en cada momento. Por lo cual, en cierto modo somos también los causantes de las inseguridades que pudieron padecer y del desconcierto que les supuso educarse sin sentir los férreos, pero imprescindibles, cauces de la autoridad".

"Si del plano familiar pasamos al político-social, la falsa creencia que les inoculamos fue que la Constitución instauró un Estado repleto de de <derechos> sin apenas OBLIGACIONES. Y es que basta ojear nuestra Constitución para advertir de inmediato el impresionante inventario de derechos y libertades que se reconocen a los ciudadanos en contraste con el consiguiente -aunque bastante más reducido- de sus deberes. 
Pero entiéndaseme bien; -dice José- el problema no está en los derechos y libertades acertadamente reconocidos por nuestra Carta Magna, sino en el modo erróneo en que las generaciones que veníamos del régimen anterior les transmitimos el alcance de los mismos".

"Quizás el hecho de haberlas mimado tanto -<envenenarlas> con todo cariño- ha contribuido a que hayan sabido resistir tan malamente la reciente crisis económica, surgiendo incluso entre ellas movimientos que han reaccionado con una ira inusitada contra el actual sistema democrático. ¿No es este un caso claro de cómo el <veneno> del que hablo ha debilitado a nuestros hijos para afrontar con fortaleza los problemas de su tiempo?". 

Y esto nos lleva al inicio de este art., donde queda claro el origen del mal cuyo envenenamiento global padecemos todos los seres humanos. 
Pero este hecho no nos exime de las culpas propias, las que cometemos voluntariamente y con conocimiento de causa. 
Tampoco nos autoriza para culparnos a nosotros mismos de las culpas de los demás, de sus pecados voluntariamente cometidos.
Sólo la Santa Madre Iglesia tiene esa Potestad. No nos vale tampoco recurrir a tanta palabrería para justificar el comportamiento PECAMINOSO de los jóvenes. Ellos, sólo ellos, son responsables de sus actos. Nadie más que ellos.

Cada uno de nosotros "es tentado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce. 
Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz al pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte".

El PECADO es, pues, el VENENO que nos MATA el ALMA. La debilidad es una muestra de ello. 

Una vez MUERTOS buscamos a quien MATAR. Legislamos Leyes INFAMES, nos comportamos PERVERSAMENTE y damos ejemplos ABOMINABLES.  

Pero alegraos, hermanos, JESUCRISTO, Nuestro Señor, ha muerto clavado en una Cruz hace algo más de 2.000 años. NOS HA REDIMIDO CON SU TERRIBLE MUERTE.

Es necesario acudir al PERDÓN que DIOS, Nuestro Eterno PADRE, nos ofrece en Su Amado HIJO JESUCRISTO y alcanzar, a través de ÉL, la inmortalidad. 
Acudir a buscar auxilio en La Santísima VIRGEN MARÍA es de los más inteligente.  





martes, 23 de junio de 2015

LA GLORIA ES EL ESTADO FINAL DEL HOMBRE.

Nosotros te rogamos ¡oh CRISTO!. 
AVE MARÍA PURÍSIMA.

LA REVELACIÓN.
(Ignacio Rojas)

La historia Universal está formada por periodos predeterminados de tiempo cuyo final está íntimamente unido a la historia que lo precede.
El acontecer histórico tiene su origen y su final en DIOS, su plan se realiza sin dilación, por ello, la anticipación del futuro permite abrazar la historia en su totalidad: a la luz del futuro, el pasado puede ser interpretado como paso necesario para el cumplimiento total.

Después de la catástrofe final habrá salvación, no exclusivamente para Israel sino que será una salvación abierta a los gentiles. Ello significa que, dentro del mismo Israel, no todos experimentarán la liberación, sino solo los justos, y a estos se unirán las personas virtuosas de los pueblos gentiles. La salvación final de los justos apunta a la doble creencia en la resurrección y en la inmortalidad.

El tránsito de la perdición a la salvación culmina con la llegada del trono de DIOS que elimina los tronos de la tierra. Se trata de la visibilidad del reinado de DIOS. Ello supone la división del tiempo en eones o periodos de tiempo de larga duración. Para los apocalípticos, la humanidad vive en dos eones. 

-El eón actual o presente está marcado por la transitoriedad, y en él habitan la injusticia, la impiedad y el pecado; de él tenemos experiencia sensible cotidianamente. 

-El eón futuro, en cambio, será totalmente nuevo, con él llegará la ruina del presente y traerá consigo la paz, la alegría, la comunión con DIOS y la participación de los justos en su reinado. Lo cual no quiere decir que dicho reinado de DIOS no se encuentra ya activo en el eón actual, pero de manera escondida.
En el centro de esta visión dualista se encuentra la lucha cósmica entre DIOS y el mal, personificado este último en la figura de Satanás o Belial. DIOS vencerá la potencia del mal y creará un mundo nuevo para los justos.
Pero ¿qué lugar ocupa el hombre en el universo simbólico apocalíptico?. El hombre ha de decidir entre los dos eones en presente y el futuro, con lo cual puede ganar o perder su futuro. Su misión es responder, posicionarse positivamente ante las circunstancias que va encontrando en la historia ya que el presente es el momento histórico para elegir entre uno de los eones.

Habrá un mediador con funciones reales que trae la redención final.

La <<gloria>> es el estado final del hombre. Cuando esta llegue se desvanecerán las estructuras sociales y políticas  pues una nueva realidad fundirá la esfera terrestre y la celeste.
En líneas generales, podemos afirmar que el universo simbólico de la apocalíptica se nutre de contenidos que presentan una resistencia activa a todo lo que impide la visión del proyecto de DIOS en la historia presente; se trata de un combate destinado a estimular a quien vive en situación de opresión. El mensaje de los apocalípticos sostiene que las situaciones son superables, aunque el eón presente, dominado por los "malvados", no ofrece una visión muy esperanzada e impide ver con claridad el eón futuro que ya está actuando.

La respuesta se hace urgente, la humanidad está llamada a salir de sí; ha de romper su cohabitación con los viciados mecanismos opresores y acoger con vitalidad su presente, esperando con ansia la intervención definitiva de DIOS. El presente es relativizado y contemplado como parte de una historia más amplia, por ello, el hombre apocalíptico mira al futuro, al nuevo eón.

Así pues, la apocalítica tiene como misión <<abrir los ojos>> de las personas, <<gritar a las ovejas>>, hacerlas conscientes de la opresión en que se encuentran, incentivarlas para que no acojan pasivamente cuanto acontece como si de un ineludible destino se tratara; pretende provocar a las gentes para que se impliquen en un cambio radical de las estructuras, animadas por el futuro que se acerca imparable.

http://eltiempodelafe.blogspot.com